Iglesia Sinodal Bergogliana, Simil-Calvinista. ¿Jesucristo? ¡Fuera! José Arturo Quarracino.

11 Maggio 2024 Pubblicato da 2 Commenti


Marco Tosatti

Queridos amigos y enemigos de Stilum Curiae José Arturo Quarracino, a quien agradecemos de corazón, ofrece a vuestra atención estas reflexiones sobre la Iglesia Sinodal de Bergoglio. Feliz lectura y compartir.

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Hipocresías vaticanas II:

¿Iglesia sinodal bergogliana? Jesucristo afuera

 

Cada vez más se confirma que el objetivo del pontificado bergogliano es instaurar una “nueva” Iglesia desligada de la autoridad de Jesucristo y de los tres pilares de la Revelación: la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio eclesial. Una “nueva” Iglesia sinodal y misionera, ya no una, santa, católica y apostólica, sino una congregación de “creyentes” sin raíces con la bimilenaria Iglesia Católica instituida por el Redentor.

 

El 2 de mayo ppdo. el Obispo de Roma, don Jorge Mario Bergoglio, dio a conocer una carta dirigida a todos los párrocos del mundo, quienes “conocen muy bien la vida del Pueblo de Dios desde dentro”, para que ayuden a sus comunidades a “recorrer ese camino de la sinodalidad que ‘es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio’”. Tal como plantea a continuación se trata de mutar la esencia de la Iglesia de Jesucristo -una, santa, católica, apostólica y romana”- en una Iglesia sinodal misionera en la que todos los bautizados participan “en la única misión de anunciar el Evangelio como rasgo característico de sus vidas”[1].

Chocolate por la noticia, afirma un dicho popular, o eureka, lo descubrí, como decían los griegos. Sorprende y asombra que el actual pontífice desconozca o crea que está proponiendo a los párrocos un objetivo audaz y novedoso, cuando en realidad el anuncio primero y primitivo del Evangelio, el κηρύγμα apostólico –Jesucristo ha resucitado, Jesucristo es el Señor– no sólo constituye el mandato de Nuestro Señor Jesucristo desde el comienzo de la vida de la Iglesia (Mt 28, 19-20) –“vayan e instruyan a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a conservar cuanto os he mandado”-, sino que también ha sido la labor misionera de la Iglesia a lo largo de casi 2.000 años de historia: este κηρύγμα ha sido proclamado no sólo por los obispos y sacerdotes, sino también y conjuntamente con los laicos que llevaron el anuncio de salvación a todos los rincones de la Tierra, como es sabido y evidente, con múltiples y diferentes carismas, pero todos en forma sinodal, es decir, recorriendo juntos en unidad un único y mismo camino[2], con jerarquías y funciones bien delimitadas, dentro y fuera de la Iglesia.

¿Cuál es la novedad que pretende introducir entonces don Jorge Mario Bergoglio? Que esa sinodalidad es desjerarquizada y horizontal, y tiene como núcleo auténtico “anunciar la Palabra y reunir a la comunidad partiendo el pan”. Sutilmente jesuítico: la Palabra sin Dios -tal como la pronuncian habitualmente los grupos evangélicos- y reunión comunitaria partiendo el pan, no comulgando el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sino congregados a la manera calvinista, en la que no existe la transustanciación del pan en Cuerpo de Cristo. En otras palabras: la Palabra y la Comunidad son el centro, Dios y Cristo Eucaristía están ausentes, no se los mencionada para nada, en absoluto, no existen.

En esta sinodalidad bergogliana, el párroco-sacerdote ya no es un “alter Christus” que por un lado confiesa y perdona los pecados, y por otro lado consagra la Eucaristía, sino que pasa a ser un animador grupal, un organizador y director de una dinámica de grupo para discernir en conjunto, en “conversación con el Espíritu”. Se puede reconocer este diseño de discernimiento sinodal en el esquema diseñado por san Ignacio de Loyola para sus famosos Ejercicios Espirituales, destinados fundamentalmente a fortalecer espiritualmente al individuo ejercitante.

En el texto ignaciano, el ejercitante es acompañado por un sacerdote asistente, como director de los Ejercicios, que propone a lo largo del proceso meditaciones en torno a Nuestro Señor y a acontecimientos de su vida terrenal, para que el ejercitante medite, discierna y escriba en un cuaderno las mociones interiores que le suscita ese encuentro con el Señor y cuál es la conversación que mantiene con el Espíritu Santo. Vale destacar que el Ejercicio Espiritual es en esencia individual y personal, no colectivo. Pero el obispo de Roma aplica en forma comunitaria este método ignaciano -diseñado especialmente para purificación, perfeccionamiento y crecimiento personal en Jesucristo-, con el inconveniente o perjuicio que el resultado “comunitario” ya no es el crecimiento personal en la fe, sino la experiencia del “caminar juntos” sin más, sin Jesucristo como centro, y el método es el de la “conversación en el Espíritu” en general, no en el Espíritu Santo, porque de ser así se haría presente Cristo mismo, como afirma en el evangelio joánico: “Cuando él venga, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo comunicará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo comunicará a vosotros” (Jn 16, 13-15). Hábil y astuto el jesuítico, pero no sabio.

 

En el Sínodo sobre la Sinodalidad, en el pasado mes de octubre, se implementó este método de discernimiento para las reuniones grupales, para discernir colectivamente. En este caso, la “conversación en el Espíritu” no tuvo como materia de reflexión la vida y obra de Jesucristo en la Tierra y qué es lo que el Espíritu Santo comunica de parte de Él, sino un tema cualquiera y las mociones que suscitaba en un expositor, pero que no debían ser comentadas, criticadas ni debatidas por los miembros del grupo, sino que debían servir para que cada uno de los oyentes dijera a su vez qué mociones interiores les había suscitado lo expresado inicialmente. De este modo, la “conversación en el Espíritu” no estuvo referida ni anclada en la vida de Jesucristo, sino en los sentimientos y mociones de cada uno, para después encontrar un punto en común consensuado, con lo cual se dejó de lado a Cristo resucitado, quien quedó así totalmente afuera del Sínodo, como se puede apreciar en los documentos previos de la asamblea sinodal: en el documento El Proceso Sinodal 2021-2024 -que reúne todos los documentos preparatorios que constituyeron la base para la redacción del Instrumentum Laboris (IL) del Sínodo-, se menciona 345 veces la sinodalidad, 261 veces el sínodo, 23 veces la “conversación en el Espíritu” y 26 veces a Jesucristo, casi nunca como centro de la reflexión, sino como referencia lejana o complemento. En el IL en particular, se menciona sólo 2 veces a Jesucristo y 38 veces la sinodalidad, el verdadero “sujeto” o tema del encuentro.

Los números estadísticos no son decisivos, pero marcan claramente cuál fue el tema central: la sinodalidad, no Jesucristo. En otras palabras: no se trató de ir al encuentro del Señor en esta hora de la historia, sino de mirarse el ombligo, mirarse a sí mismos.

En síntesis: para la “Iglesia” bergogliana el centro es la experiencia sinodal de la comunidad en su “conversar con el Espíritu caminando juntos”. Ya no es la Iglesia una, santa, católica, apostólica y romana que tiene un único mensaje permanente -Jesucristo es el mismo hoy que ayer y para siempre”- que debe ser anunciado con un nuevo ardor, con nuevos métodos y con nuevas formas de expresión, frente a los 500 años de la evangelización en América y frente al nuevo milenio iniciado en el año 2000[3], sino una “Iglesia” sinodal y misionera en la que entran “todos, todos, todos”, porque ya nadie debe ser evangelizado, convertido, redimido ni salvado. De este modo, el obispo de Roma ya no ejerce como Vicario de Cristo ni como Pontífice máximo, sino como una especie de Sai Baba o un Deepak Chopra, que anima a los jóvenes simplemente a “contar cómo fue tu experiencia del encuentro con Jesús”.

 

La mencionada Carta a los Párrocos es la cabal expresión de esa “Iglesia” sinodal y misionera en la que el Cristo Resucitado y presente en la Eucaristía está totalmente ausente, al punto que no es mencionado ni siquiera una sola vez en las 1.285 palabras de la misiva pontificia. Es así que, en consecuencia, el sacerdote-párroco ya no es “servidor de Cristo y administrador de los misterios de Dios” (1Cor 4, 1), sino un animador de dinámica grupal, para que haga surgir tesoros escondidos de sus animados, aprenda y practique el discernimiento comunitario, e intercambie y sea fraternos con su obispo. ¿Y la Confesión y la Eucaristía? En este caso, a don Jorge Mario se le escapó la tortuga o se olvidó, ad maiorem Rothschild gloriam.

En conclusión: en la “Iglesia” bergogliana de profundo tono calvinista Jesucristo está fuera de ella, no existe, salvo como referencia ocasional.

 

José Arturo Quarracino

10 de mayo de 2024

 

 

 



[2] Σύνοδος, en griego: Σύν = junto, unido a; οδος = camino.

[3] San Juan Pablo II, Discurso a la Asamblea del CELAM, Puerto Príncipe (Haití), 9 de marzo de 1983; idemDiscurso inaugural de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano nn. 7-10, Santo Domingo (República Dominicana), 12 de octubre de 1992; idem, Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte, 6 de enero de 2001).

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2 commenti

  • giovanna delbuono ha detto:

    Colloquio con lo Spirito camminando insieme. Certo alcune parrocchie applicano da tempo questo slogan, e anche purtroppo a sostituzione del Catechismo e nel seguito con gli adolescenti post Cresima. Per quanto ne so: frutti zero, ma è ciò che si vuole, dal momento che lo slogan non ha alcun significato e perciò non può produrre nulla.
    Però toglie, falsifica la Chiesa, è un parassita che rode.
    Già della Chiesa resta poco, quante menti ottenebrate fra i cosiddetti fedeli! Ma da quanto tempo i preti e i vescovi straparlano.?……. Misericordia,

  • Martín de BsAs ha detto:

    ¡¡¡¡¡¡¡Aplaudo!!!!!!! La iglesia bergogliana es un misterio de iniquidad… Y su fracaso, evidente, como lo fue en Buenos Aires.

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